Cruzamos el Támesis por el Golden Jubilee Bridge hacia nuestra próxima parada: el London Eye.
Esta súper noria (o rueda) es un excelente observatorio que permite dar un vistazo a toda la ciudad desde sus 135 metros de altura y durante un paseo que dura entre 30 y 45 minutos.
Ahí mismo te sacan una foto simulando estar en la cabina del London Eye... es ésta que posteamos acá, un lindo souvenir, no?
Antes de hacer la cola para subir al London Eye, hicimos una pausita en un puesto que está en la entrada y tomamos algo (café uno, gaseosa el otro). Es increíble como uno disfruta en ciudades como éstas de tomar algo sentado en la calle o en algún banco si es que lo hay... El paisaje, sea cual fuera, es el mejor ambiente de restaurante que el viajero encuentra.
En un momento del paseo, mientras uno va medio distraído, se ve el enorme flash de una cámara ubicada afuera con la cual toman una foto hacia la cápsula y, si nos interesa, se la puede comprar en el shop al finalizar el recorrido.
Desde el primer momento las vistas son espectaculares... no defrauda para nada el tan famoso London Eye!
La comida no es gran cosa pero el lugar tiene su onda y nos atendieron muy bien.
Los bares están siempre muy concurridos y da gusto mezclarse con la gente oriunda de la ciudad y sentirse, por un instante, uno de ellos.
Ahora sí, brindamos y nos fuimos a descansar; debíamos recobrar energías para hacer nuestra escapada al día siguiente rumbo a Oxford!